Me estaba volviendo un poco cínico con relación a los menús de degustación, donde muchas veces la forma y técnica dejan al sabor en segundo plano.
Huniik fue una bocanada de aire fresco en más de una manera. El menú de degustación es ingenioso, lúdico (tuve que descubrir uno de mis tiempos enterrado en una pila de arena comestible), pero por sobre todo, delicioso. La forma en que integran ingredientes y platillos de la región con las técnicas más sofisticadas es digna de loas.
En mi menú particular, un pequeño sope relleno de frijoles y coronado con pepino (me fallan los nombres de las mil y un variantes de masa frita que tenemos en el país) fue el mejor bocado que he probado en años, la mezcla de texturas, temperaturas y los sabores lentamente desdoblando en el paladar le competirían al más perfecto Nigiri.
Si acaso los dos postres del menú me parecieron pulcros pero algo insulsos, excelentes limpia paladar de buena manufactura pero simplicidad excesiva. Esto solo hasta el verdadero postre final, un mango ataulfo carbonizado con una capa de recado negro y una espuma de coco junto con un delicado sorbete del mismo ingrediente fueron la cereza perfecta del pastel, coronando una experiencia que fue la despedida perfecta para mi visita a esta bella ciudad.
Si pueden darse la oportunidad de visitar Huniik tómenla. El costo es alto para lo que he visto en Mérida (Alrededor de 4,500 MXN para un menú de degustación, tres copas de vino y propina), pero comparable a lo que encontrarían en ciudades como Guadalajara, Monterrey, CDMX o Cancún. Lo más importante es que en mi humilde opinión la relación calidad-precio le es favorable al comensal.
No debo olvidar agradecer la excelente atención del staff de servicio que perfectamente complementa la virtuosidad de la cocina. (Si acaso son exigentes podrían quejarse de la ausencia de un Sommelier, pero a mi no me hizo falta.)
El lugar podría ser un fine dinning pero tienen muchas áreas aún por mejorar.
1. El servicio. Desordenado. Le falta preparación. Sirven primero a los hombres.
2. La propuesta de bebidas (vinos con costos excesivos, dos opciones de cervezas, no hay coctelería ni opciones sin alcohol. Te pueden hacer cocktails muy básicos entre 200-280$. Botellas de agua a casi 200$ que te sirven sin parar y sin preguntar). No hay propuesta de maridaje.
3. La comida. Sólo hay menú degustación de costo demasiado elevado para su calidad. Las alternativas si no comes carnes (pero si pescados/ mariscos) es o un paso incompleto o el plato principal de cordero cambiado por un pedazo de coliflor sin más.
La fajita de pescado con hoja santa y postre de mango con cremoso de coco es lo mejor. El resto sin balance en los sabores, muy salado, repiten las salsas, el cordero estaba crudo.
Las porciones demasiado pequeñas. Salimos con hambre.
4. Lugar
Fui al baño y no había agua en los lavabos. Tuve que ir con el jabón de mis manos a buscar a la mesera.
Fuimos la única mesa en todo el restaurante. No imagino el lugar lleno.
Hay muchos lugares deliciosos en Mérida. Desafortunadamente no lo recomiendo.
Lo que yo pueda comentar sobre este lugar se queda corto. Desde el recibimiento; donde te dan la bienvenida con un cóctel de cortesía, preparándolo frente a ti mientras dan un explicación del concepto del lugar, hasta cada uno de los 8 o 10 tiempos, donde los sabores explotan en tu paladar. Hay que estar totalmente abierto a las innovaciones que te ofrece el lugar en sus sabores porque son inesperados y deliciosos.
Lamentablemente no es un lugar al que pueda ir frecuentemente porque es muy costoso pero, si tienen oportunidad, vayan y ¡disfrútenlo!
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